El costo de ignorar la salud mental masculina en Bogotá


En Bogotá, las cifras de suicidio cuentan una historia devastadora. Según Saludata, aunque las mujeres lideran en intentos de suicidio, los hombres consuman el acto con una frecuencia alarmante. En promedio, 7 de cada 10 suicidios consumados en la ciudad son de hombres. ¿Por qué los hombres, que estadísticamente buscan menos ayuda psicológica, terminan pagando el precio más alto? La respuesta radica en algo que hemos ignorado por generaciones: la cultura del silencio y la fortaleza mal entendida que se exige a los hombres.


La masculinidad como barrera mortal


Desde pequeños, los hombres son educados para ser fuertes, para no mostrar debilidad. “No llores”, “sé fuerte”, “los hombres no se quejan” son frases que escuchan repetidamente. Estos mensajes, aparentemente inofensivos, crean una barrera cultural que los lleva a reprimir emociones y evitar pedir ayuda, incluso cuando enfrentan situaciones de sufrimiento extremo.


La psicóloga Ana Paula Marof lo explica claramente:


"Los hombres no buscan ayuda porque para ellos es un tabú admitir que no se sienten fuertes. Esto los lleva a tomar decisiones fatales sin haber recibido ningún tipo de apoyo."


Mientras tanto, el sistema de salud tampoco está diseñado para atender las necesidades específicas de los hombres. La falta de enfoque diferencial en las políticas públicas de Bogotá significa que no existen estrategias claras para abordar el problema de salud mental masculina. Este vacío deja a los hombres atrapados entre el estigma social y un sistema que no los ve.


El estigma que mata


Hablar de salud mental sigue siendo un tabú, pero el problema es aún más profundo entre los hombres. Según datos de Saludata, las tasas de suicidio consumado en hombres han crecido de manera sostenida, especialmente en adultos jóvenes. Muchos enfrentan factores desencadenantes como la presión económica, la soledad, o el estrés laboral, pero no sienten que tengan el derecho de expresar su vulnerabilidad.


Este estigma también se refleja en las cifras de atención psicológica. Las mujeres buscan ayuda profesional con más frecuencia que los hombres, algo que, paradójicamente, podría explicar por qué las tasas de intentos de suicidio son más altas en ellas. Sin embargo, en los hombres, el silencio y la represión emocional llevan a decisiones irreversibles.


Lina María González Ballesteros, líder de bienestar físico y socioemocional, subraya que el problema debe enfrentarse desde la educación:


"El autoestima es el primero de los estigmas. Las personas necesitan entender que está bien sentirse mal y buscar ayuda. Esto debe trabajarse desde la infancia, en las escuelas y en las familias."


Pero, ¿estamos realmente preparados para romper este ciclo? Las políticas públicas actuales no parecen dar una respuesta contundente.

Un sistema que no los ve El CONPES 34 y el Plan Territorial de Salud 2024-2027 son los documentos que deberían marcar el camino para transformar la atención en salud mental en Bogotá. Sin embargo, ambos fallan en incluir estrategias específicas para los hombres, a pesar de que lideran las tasas de suicidio consumado.


El concejal Julián Triana lo resume bien:


"Hoy existe una política pública, pero siguen faltando cosas para atender mejor. No se puede democratizar la salud mental si no tenemos oferta pública suficiente y accesible."


Esto deja en claro que el sistema actual no solo carece de infraestructura adecuada, sino también de enfoques que respondan a las particularidades de género. Sin centros de atención inmediata, campañas de sensibilización dirigidas a hombres, y modelos comunitarios de apoyo, el problema seguirá escalando.


Hablar de salud mental no solo es necesario; es urgente. Los hombres no necesitan ser fuertes todo el tiempo, necesitan ser escuchados y apoyados. Es hora de romper el silencio, porque detrás de cada cifra hay una vida que puede salvarse. Bogotá no puede seguir ignorando el costo de la salud mental masculina.



Redacción de:



Julián Stiben Cruz Cortés