¿De qué sirve un plan sin recursos? Las fallas del CONPES 34 y el Plan Territorial de Salud


Bogotá enfrenta una crisis de salud mental sin precedentes. Las tasas de ideación suicida y suicidios consumados han crecido de manera sostenida, mientras los intentos de suicidio, especialmente entre mujeres jóvenes, alcanzan cifras alarmantes. En respuesta, el gobierno distrital ha presentado el CONPES 34 de 2023-2032 y el Plan Territorial de Salud 2024-2027, dos documentos que deberían guiar la solución de esta problemática. Pero, ¿de qué sirven estos planes si carecen de los recursos, la claridad y la implementación que la situación exige?


A simple vista, ambos documentos parecen completos, con objetivos amplios que incluyen la promoción de la salud mental, la atención primaria y la prevención de enfermedades. Sin embargo, cuando se examinan con más detalle, las grietas en su diseño e implementación se hacen evidentes. Estas políticas, aunque bien intencionadas, fallan en el paso más importante: aterrizar en soluciones reales que lleguen a quienes más las necesitan.


Buenas intenciones, poca acción


El CONPES 34 establece como meta garantizar el derecho a la salud mental en Bogotá, promoviendo estrategias de prevención y atención integral. Sin embargo, el problema radica en la falta de un plan operativo claro. Según el concejal Daniel Oviedo:


"Lo que no podemos seguir haciendo es quedarnos en 'evaluar', 'considerar' y 'revisar'. Necesitamos acciones resolutivas. Las propuestas deben traducirse en resultados concretos para que realmente impacten a la población."


El documento no incluye metas específicas ni indicadores claros para medir su impacto. ¿Cómo saber si las tasas de suicidio han disminuido o si más personas tienen acceso a atención psicológica inmediata? Sin estas métricas, la efectividad del CONPES 34 queda en el aire.


El Plan Territorial de Salud, por su parte, busca complementar el CONPES con un enfoque en atención primaria. Promete integrar la salud mental como parte del bienestar general, pero se enfrenta a los mismos problemas: ausencia de indicadores, falta de recursos asignados y estrategias vagas que no abordan las realidades de las comunidades más afectadas.


La brecha entre el papel y la realidad


La desconexión entre las políticas y las necesidades de la población es evidente. Según Saludata, localidades como Ciudad Bolívar, San Cristóbal y Usme son las más afectadas por los problemas de salud mental, pero también son las que menos acceso tienen a servicios psicológicos gratuitos y oportunos.


El concejal Julián Triana lo señala con claridad:


"Hablar de prevención y atención primaria es un paso necesario, pero sin infraestructura ni recursos en las zonas más vulnerables, estas estrategias no tendrán impacto real. Hoy para una persona en Ciudad Bolívar preocuparse por su salud mental es un lujo."


El Plan Territorial menciona la atención primaria en salud mental como un eje central, pero no detalla cómo se implementará en estas localidades. ¿Dónde están los centros de atención inmediata? ¿Qué recursos se destinarán para reducir los tiempos de espera en las EPS? Estas preguntas quedan sin respuesta.


El costo de las políticas vacías


Cada retraso en la implementación de políticas efectivas tiene un costo humano. La psicóloga Ana Paula Marof advierte sobre la falta de infraestructura adecuada:


"Un sistema que obliga a una persona en crisis a esperar tres meses para una cita está fallando en lo más básico. Bogotá necesita centros de atención inmediata que respondan a estas emergencias."


Esta falta de acción convierte problemas tratables en tragedias irreversibles. Las personas que podrían haber recibido ayuda adecuada terminan siendo víctimas de un sistema que no prioriza su bienestar emocional. ¿Cómo justificar esta inacción cuando las cifras de ideación e intentos suicidas continúan creciendo?


La salud mental no puede seguir siendo una prioridad secundaria en Bogotá. Tanto el CONPES 34 como el Plan Territorial de Salud tienen el potencial de marcar una diferencia, pero para lograrlo deben pasar de la teoría a la práctica. Como sociedad, no podemos permitir que las promesas en papel sigan dejando vidas en peligro. Es hora de actuar con la urgencia que esta crisis requiere.

Porque detrás de cada cifra hay una vida que puede salvarse, si solo hacemos lo necesario para protegerla.



Redacción de:



Julián Stiben Cruz Cortés y Mariana Duque Cardona